LA PARTICIPACION DE LOS CRISTIANOS EN LA POLITICA

febrero 10, 2009

Por: Mario Antonio Luna

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Hoy en día, en los muchos medios de comunicación impresos y no impresos, escuchamos un inmenso llamado de los partidos políticos al voto. Más que mostrar propuestas claras y precisas, un partido en particular se ha propuesto como es tradicionalmente; a hacer proselitismo utilizando el miedo y la propaganda sucia, utilizando así el poder de los medios de comunicación para adormecer a la sociedad salvadoreña.

A menudo, se escucha por la calle, en los centros comerciales, y en todo lugar popular donde se reúnen la gente para hablar de la realidad salvadoreña: ¿De que sirve votar, si uno no trabaja no come? ¿Para que votar, si estos partidos políticos son unos corruptos, todos son iguales? Yo no voy a votar, ¿para que? Vemos un pesimismo y una inconformidad en la sociedad política. Sencillamente, hay que obligar a las instituciones públicas a que trabajen por el pueblo y no por fines partidarios.
Hay una inseguridad en las instituciones reguladoras de la participación política (TSE, Fiscalía del TSE, etc.). Otros piensa que las propuestas hechas por los partidos, son nada mas que pura retorica y una simple falasia para ganar las elecciones presidenciales.
Una buena parte de los jóvenes de esta época, les da igual si hay elecciones. Todo esto lógico, ya que el mismo sistema socio-político y económico, implantado por el neoliberalismo se ha apoderado del estado. Hoy en día, la población, en lo que mas piensa es en el como sobrevivir en esta sociedad, y en como incrementar la económica familiar.
06-01Durante 20 años se perdió la sensibilidad y el análisis de la realidad social en la que vivimos. Los cristianos, prefieren estar alejados de la realidad y de la política. Y esto es herrar. Es falta de formación y de análisis a la que los documentos del CELAM nos han llamado. El ver, el juzgar y el actuar, deben ser la voz en este siglo XXI. ¿Que hacer ante estos desafíos? Es necesario que haya un cambio en la sociedad y en la persona humana. Un cambio de raíz, que libere y que transforme la sociedad en una comunidad de personas que vivan en armonía, en equidad, en justicia y en libertad.
Hay que tener en cuenta que todos los males tienen una raíz común y es el pecado. En el corazón del hombre están los egoísmos, las envidias, las idolatrías, y es allí donde surgen las divisiones, los acaparamientos; como decía Cristo: «No es lo que sale del hombre lo que mancha al hombre, sino lo que está en el corazón del hombre», los malos pensamientos. Hay que purificar, pues, esa fuente de todas las esclavitudes. ¿Por qué hay esclavitudes? ¿Por qué hay marginaciones? ¿Por qué hay analfabetismo? ¿Por qué hay enfermedades? ¿Por qué hay un pueblo que gime en el dolor? Todo esto está denunciando que existe el pecado. «La pobreza -dice Medellín- es una denuncia de la injusticia de aquel pueblo».
Por eso, la trascendencia de la liberación arranca del pecado y la Iglesia siempre estará predicando: arrepiéntanse de sus pecados personales, el pecado es el mal siempre. ¡Cómo quisiera decirles, hermanos, a todos los que le dan poca importancia a estas relaciones íntimas con Dios, que le den la importancia que tiene! No basta decir: yo soy ateo; yo no creo en Dios; yo no lo ofendo. Si no es cuestión de que tú creas, es que objetivamente tú tienes rotas tus relaciones con el principio de toda vida. Mientras no lo descubras, y no lo sigas, y no lo ames, tú eres una pieza descoyuntada de su origen y por eso llevas en tí mismo el desorden, la desunión, la ingratitud, la falta de fe, de fraternidad. Sin Dios no puede haber un concepto de liberación. Liberaciones inmediatistas sí las puede haber, pero liberaciones definitivas, sólidas, sólo los hombres de la fe las van a realizar.
Los cristianos deben participar de la política y de la transformación de la sociedad. Ya que todo sistema político debe tener como objetivo, el lograr una auténtica realización del hombre dentro de la sociedad; que le permita arribar a un estado de plena felicidad. Es decir la persona humana es el fundamento y fin de la convivencia política.
Esto implica trabajar, ante todo, por el reconocimiento y el respeto de la dignidad humana. Hay que reflexionar sobre estos 20 años, y de cómo esta la constitucionalidad de El Salvador, de cómo se ha perdido el Estado de Derecho y de cómo durante estos 20 años se han manipulado las instituciones publicas para servicio del partido de gobierno. Hay que trabajar por la vida, por el humanismo, y por la justicia social de un estado de derecho.

 
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CRISTO, LA PALABRA SIEMPRE NUEVA DE LA IGLESIA.

enero 15, 2009

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Por: Mario Antonio Luna Rivas.

En este nuevo año 2009, nace tu nueva revista “LA VOZ DE LOS SIN VOZ”, con una perspectiva de transmitir a todo el pueblo de Dios, todo el mensaje de la liberación, un mensaje que transmite Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, “la palabra siempre nueva de la Iglesia”.

En la religión judía de tiempos de Jesús todo estaba prescrito y determinado: primero, las relaciones con Dios; después, las relaciones entre los hombres. La conciencia se sentía oprimida por un fardo insoportable de prescripciones legales. Jesús formula una impresionante protesta contra semejante esclavización del hombre en nombre de la ley. En este artículo quiero mostrar cuál es la actitud fundamental de Jesús: libertad frente a la ley, pero sólo para el bien y no para el libertinaje. La ley tiene únicamente una función humana de orden, de crear posibilidades de armonía y comprensión entre los hombres. Por eso las normas del Sermón de la Montaña presuponen el amor, el hombre nuevo y liberado para cosas mayores.
El tema de la predicación de Cristo fue el de establecer el reino de Dios. El reino de Dios expresa la total liberación de la realidad humana y cósmica, utopía inscrita en el corazón del hombre. Es la situación nueva del viejo mundo, totalmente lleno de Dios y reconciliado consigo mismo. En una palabra: se podría decir que el reino de Dios significa una revolución total, global y estructural del viejo orden llevado a cabo por Dios y solamente por Dios. Por eso, el reino es reino de Dios en sentido objetivo y subjetivo. Cristo se entiende a sí mismo no sólo como un predicador y profeta de esta novedad (evangelio), sino como un elemento de la nueva situación transformada. Él es el hombre nuevo, el reino ya presente, aunque bajo una apariencia de debilidad. Adherirse a Cristo es condición indispensable para participar en el nuevo orden introducido por Dios (Lc 12, 8-9). Para que se realice esa transformación liberadora del pecado, de sus consecuencias personales y cósmicas y de todos los demás elementos alienantes sentidos y sufridos en la creación, Cristo formula dos exigencias fundamentales: conversión de la persona y reestructuración de todo su mundo.
En la actualidad, hay que tener muy presente: ¿Quién fue Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios? Y ¿que implica para el pueblo de Dios vivir el mensaje de Cristo, palabra viva de toda la iglesia? Vemos hoy en día tantos que dicen, llamarse seguidores de Cristo, pero dejan de lado la principal característica de Jesús el Hijo de Dios: predicar un reino de justicia, de amor, de libertad, de paz y de verdad.
Vivimos en tiempos difíciles para toda la humanidad, pobreza, desigualdad social, guerras, crisis económicas, injusticias sociales, y violaciones a los derechos humanos. ¿Que hacer ante tales situaciones? ¿Cual es nuestra misión como cristianos? Somos portadores de la esperanza y no de desesperanzas.
En Cristo expresamos nuestra confianza plena de Dios; así como Dios, a través de Cristo, es el sí de su amor para nosotros. Cristo, la palabra siempre nueva de la Iglesia, por eso quisiera definir tres puntos que son importantes para desarrollar el mensaje de Cristo, palabra siempre nueva de la Iglesia, y de toda la humanidad:
1. Es una Palabra que se encarna en la historia.
Los hechos concretos, Dios no los desprecia. Querer predicar, sin referirse a la historia en que se predica, no es predicar el Evangelio. Muchos quisieran una predicación tan espiritualista que dejara conformes a los pecadores; que no les dijera idólatras a los que están de rodillas ante el dinero y ante el poder. Una predicación que no denuncia las realidades pecaminosas en las que se hace la reflexión evangélica, no es evangelio. Sobran aduladores, sobran falsos profetas; sobran, en tiempo conflictivos como los nuestros, quienes tienen su pluma pagada y su palabra vendida, pero no es esa la verdad.
2. Es una Palabra que ilumina la historia (La teología de la historia).
Esa historia necesita una teología. Es la teología de la historia que hasta en los hechos triviales y concretos -hasta en los hechos criminales- encuentra algo de Dios.
Dios habla desde la historia, Dios reclama desde lo bueno y bello que hay dentro de los hombres, como también reclama ante lo feo y lo malo que hay en las sociedades y en los hombres.
3. Cristo, Palabra que es garantía de esperanza en nuestra historia.
El Concilio Vaticano II al inicio en la constitución Lumen Gentium, dice una frase muy bonita; cuando habla de la Iglesia la llama «Pueblo Mesiánico». Somos el pueblo mesiánico. Dice así el Concilio: «Este pueblo Mesiánico, es, sin embargo, para todo el género humano un germen segurísimo de unidad, de esperanza y de salvación. Cristo que lo instituyó para ser comunión de vida, de caridad y de verdad, se sirve también de él como de instrumento de la redención universal y lo envía a todo el universo como luz del mundo y sal de la tierra».
Estos tres elementos deben ayudarnos a establecer el impacto del reino de Dios en esta sociedad y en el mundo actual. Este es el fin de Cristo, el Hijo de Dios, encarnado en la historia. La humanidad debe saber que lo central del reino de Dios es la dignificación de la persona humana.

 
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