Por: Mario Antonio Luna
Hoy en día, en los muchos medios de comunicación impresos y no impresos, escuchamos un inmenso llamado de los partidos políticos al voto. Más que mostrar propuestas claras y precisas, un partido en particular se ha propuesto como es tradicionalmente; a hacer proselitismo utilizando el miedo y la propaganda sucia, utilizando así el poder de los medios de comunicación para adormecer a la sociedad salvadoreña.
A menudo, se escucha por la calle, en los centros comerciales, y en todo lugar popular donde se reúnen la gente para hablar de la realidad salvadoreña: ¿De que sirve votar, si uno no trabaja no come? ¿Para que votar, si estos partidos políticos son unos corruptos, todos son iguales? Yo no voy a votar, ¿para que? Vemos un pesimismo y una inconformidad en la sociedad política. Sencillamente, hay que obligar a las instituciones públicas a que trabajen por el pueblo y no por fines partidarios.
Hay una inseguridad en las instituciones reguladoras de la participación política (TSE, Fiscalía del TSE, etc.). Otros piensa que las propuestas hechas por los partidos, son nada mas que pura retorica y una simple falasia para ganar las elecciones presidenciales.
Una buena parte de los jóvenes de esta época, les da igual si hay elecciones. Todo esto lógico, ya que el mismo sistema socio-político y económico, implantado por el neoliberalismo se ha apoderado del estado. Hoy en día, la población, en lo que mas piensa es en el como sobrevivir en esta sociedad, y en como incrementar la económica familiar.
Durante 20 años se perdió la sensibilidad y el análisis de la realidad social en la que vivimos. Los cristianos, prefieren estar alejados de la realidad y de la política. Y esto es herrar. Es falta de formación y de análisis a la que los documentos del CELAM nos han llamado. El ver, el juzgar y el actuar, deben ser la voz en este siglo XXI. ¿Que hacer ante estos desafíos? Es necesario que haya un cambio en la sociedad y en la persona humana. Un cambio de raíz, que libere y que transforme la sociedad en una comunidad de personas que vivan en armonía, en equidad, en justicia y en libertad.
Hay que tener en cuenta que todos los males tienen una raíz común y es el pecado. En el corazón del hombre están los egoísmos, las envidias, las idolatrías, y es allí donde surgen las divisiones, los acaparamientos; como decía Cristo: «No es lo que sale del hombre lo que mancha al hombre, sino lo que está en el corazón del hombre», los malos pensamientos. Hay que purificar, pues, esa fuente de todas las esclavitudes. ¿Por qué hay esclavitudes? ¿Por qué hay marginaciones? ¿Por qué hay analfabetismo? ¿Por qué hay enfermedades? ¿Por qué hay un pueblo que gime en el dolor? Todo esto está denunciando que existe el pecado. «La pobreza -dice Medellín- es una denuncia de la injusticia de aquel pueblo».
Por eso, la trascendencia de la liberación arranca del pecado y la Iglesia siempre estará predicando: arrepiéntanse de sus pecados personales, el pecado es el mal siempre. ¡Cómo quisiera decirles, hermanos, a todos los que le dan poca importancia a estas relaciones íntimas con Dios, que le den la importancia que tiene! No basta decir: yo soy ateo; yo no creo en Dios; yo no lo ofendo. Si no es cuestión de que tú creas, es que objetivamente tú tienes rotas tus relaciones con el principio de toda vida. Mientras no lo descubras, y no lo sigas, y no lo ames, tú eres una pieza descoyuntada de su origen y por eso llevas en tí mismo el desorden, la desunión, la ingratitud, la falta de fe, de fraternidad. Sin Dios no puede haber un concepto de liberación. Liberaciones inmediatistas sí las puede haber, pero liberaciones definitivas, sólidas, sólo los hombres de la fe las van a realizar.
Los cristianos deben participar de la política y de la transformación de la sociedad. Ya que todo sistema político debe tener como objetivo, el lograr una auténtica realización del hombre dentro de la sociedad; que le permita arribar a un estado de plena felicidad. Es decir la persona humana es el fundamento y fin de la convivencia política.
Esto implica trabajar, ante todo, por el reconocimiento y el respeto de la dignidad humana. Hay que reflexionar sobre estos 20 años, y de cómo esta la constitucionalidad de El Salvador, de cómo se ha perdido el Estado de Derecho y de cómo durante estos 20 años se han manipulado las instituciones publicas para servicio del partido de gobierno. Hay que trabajar por la vida, por el humanismo, y por la justicia social de un estado de derecho.